¡Hola! Soy Carmina Lozano y te doy la bienvenida a mi espacio creativo.
Utilizo mis cartas como el laboratorio de ideas que me permite escribir mientras pienso y pensar mientras escribo (una maravilla, sí).
Y como verás, lo hago desde Substack, si no conoces esta plataforma porque me lees desde tu bandeja de entrada, por aquí te iré hablando de ella en relación a la comunicación y expansión de tu propia marca.
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Yo no soy escritora, ni periodista, ni autora de novelas, pero me encanta escribir.
¿Para qué lo hago? ¿Escribo para ser leída, para captar leads, para tener likes?
Esta semana estaba escuchando una entrevista en directo y una de las preguntas me hizo reflexionar:
¿Escribes para ti o para que te lean?
Y me hizo pensar… porque escribir puede tener muchas caras y propósitos.
Escribir puede ser para que te lean y conectar con otras personas, para compartir lo que sabes y lo que sientes.
Pero también puede ser para reforzar y retroalimentar lo que haces, para ordenar tus ideas y darles forma.
Para expandir tu marca, poner en escena tus pensamientos y hacerlos visibles.
Para ti misma, para escucharte, para entenderte mejor y sentirte bien.
Escribir me parece un acto creativo que va más allá de la audiencia, de gustar o de vender, aunque pueda ser un canal para lograrlo.
Es un diálogo contigo misma que luego puede transformarse en un puente expansivo hacia los demás, hacia nuevas oportunidades, entornos, ideas…
A veces escribo sin pensar en nadie más, y otras, escribo con la intención clara de que alguien más se sienta “tocado”, con la intención de inspirarte o acompañarte.
Y las dos maneras son válidas, necesarias y poderosas.
Porque escribir, y comunicar de cualquier modo, es también un acto de libertad.
Libertad para expresar sin filtros, para explorar sin miedo, para poner en palabras aquello que a veces solo sientes.
No tiene sentido pretender definir como “buena” o “mala” una manera de hacerlo, ni juzgar si escribes para ti o para los demás.
Lo importante es que tú lo disfrutes y encuentres tu forma, tu ritmo, tu intención.
Y todas son válidas.
Escribir puede ser un refugio íntimo donde te encuentras contigo o puede ser un escenario abierto donde lanzas tu mensaje.
Puede ser un diario donde plasmas ideas sin miedo a equivocarte, o puede ser un texto pulido que compartes con mucho orgullo.
Otras, unos garabatos en un papel que quedarán para ti y en unos meses te encantará leer.
No hay fórmulas ni reglas estrictas, solo tu voz.
Y esa voz es la que importa.
Porque cuando escribes desde esa libertad, te permites ser y conectar desde un lugar más sincero, tanto contigo como con quienes te leen.
Así que, sea cual sea la razón por la que escribas, sigue haciéndolo.
No para cumplir expectativas ajenas, sino para nutrir y alimentar tu creatividad y compartir ese regalo con el mundo.
Encontrar tu propia voz es un acto de valentía en medio del ruido constante que nos rodea.
Es elegir ser tú y quererte.
Es escribir desde un lugar donde nadie más puede llegar, porque solo tú tienes esa historia, esa mirada, esa emoción al comunicar.
Y cuando te permites esa libertad, no solo te escuchas mejor, sino que también creas espacio para que otros te escuchen.
¡Que tengas un feliz día! 🐎✨
Carmina
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¡Hablamos!
Qué necesaria esa pregunta que traes: ¿para qué escribimos?
Y qué bien cuando la respuesta no se disuelve en abstractos, sino que se asienta en el cuerpo, en lo concreto, en lo que pasa cuando una palabra encuentra a otra… y luego encuentra a alguien.
Escribo porque quiero que me lean.
No por vanidad, sino porque algo se ordena —y se amplifica— cuando otra persona se detiene en tus palabras y las hace suyas por un momento. Porque hay una forma de presencia que solo ocurre cuando dos miradas se cruzan en un texto. Y yo escribo buscando eso.
No me interesa escribir para mí, en soledad, como quien se susurra algo al oído sin que nadie más lo escuche. Quiero decir cosas que sirvan. Que acompañen. Que importen. Y para eso necesito a quien lee. Es en ese gesto de lectura donde termina mi frase y empieza el vínculo.
Lo que me mueve no es solo compartir lo que sé o lo que siento, sino hacer espacio.
Un espacio donde alguien pueda sentarse, reconocerse, respirar distinto.
Y si eso ocurre, entonces sí: vale la pena escribir. Una y otra vez.
Gracias por recordarnos que comunicar no es adornar, sino tender puentes.
Y que escribir no es solo expresarse, sino ofrecer algo que otros puedan habitar.
Seguimos.